Panamá
Migración política e inseguridad, dos caras de la misma moneda.
Desde el principio de la humanidad, en la era Neandertal, el ser humano ha sido un constate migrante, un nómada.
- Jorge G. Conte B.
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- - Actualizado: 11/5/2023 - 06:58 am
Desde el principio de la humanidad, en la era Neandertal, el ser humano ha sido un constate migrante, un nómada. Desde las planicies donde cazaba y sembraba, de vuelta a montañas y cavernas donde invernaba. Posteriormente, al dominar tanto el fuego como a los animales y sembrar la tierra, se convirtió en un ser humano estable y permitió crear comunidades permanentes. Posteriormente, el dominio de unos sobre otros a través del sistema de gobierno, el desarrollo de armas, las guerras y la falta de recursos naturales, como el agua, la tierra productiva y de pastoreo o la vegetación, los volvieron nuevamente, migrantes.
De África migraron al norte de Europa, de Europa migraron a Inglaterra, de Inglaterra a Norte de América; de América del Sur migraron, gracias al Istmo de Panamá a Centro y Norte América, de África a América y Asia, por el colonialismo europeo y así se crearon imperios y posteriormente naciones independientes.
Desde hace más de 100 años, las guerras mundiales han sido motivo de constante migración. De la primera y segunda guerra mundial, europeos migraron a América, las guerras de Corea y Vietnam trajeron consigo millones de migrantes del sudeste asiático, convirtiendo a los Estados Unidos de América en la gran potencia multirracial que es hoy en día.
Más recientemente, el comunismo marxismo implantado en Rusia, China y Cuba y exportado como un cáncer a diferentes países del mundo, entre otros, Argentina, Bolivia, Nicaragua, Perú, Chile, Venezuela y más recientemente México, Colombia, y Brasil, demuestra que los sistemas políticos, también son una grave fuente de deterioro de las condiciones de vida y de la seguridad del individuo dentro del Estado donde es nacional. Tanto ellos, como las instituciones privadas y publicas que funcionan en esos Estados dejan de participar en la construcción diaria de la sociedad para ser parte de los nuevos migrantes políticos.
Con mucha más claridad y divulgación mediática, podemos observar, en vivo, como hordas de seres humanos atraviesan grandes peligros y grandes distancias, con la finalidad de llegar a un país donde sean recibidos, con los brazos abiertos y la mesa puesta, para comenzar una nueva y productiva vida, lejos de los suyos, sus costumbres y sistemas de vida conocidos.
Sin embargo, se encuentran con todo lo contrario, en la mayoría de los casos; se topan con fronteras protegidas por sistemas policiales y aduanales, sistemas naturales, como ríos, selvas, montañas, páramos, salares y desiertos que, al parecer, sólo son parte de la travesía, a la que la desesperación por pastos más verdes, los hacen pagar por atravesar. Esta será sin dudarlo, la aventura de su vida.
Pero todo el proceso, desde que nace la idea o necesidad de migrar hasta que llega a establecerse en un nuevo confín de la tierra, está lleno de inseguridad, tanto para él, ella, su familia y amigos de viaje, hasta para aquellos que vivimos en nuestros países. La inseguridad política nace desde la misma incapacidad del Estado ya sea marxista, socialista o democrático de proveer eficientemente para todos, los servicios y activos propios de los Estados, agua potable, energía, salud, educación y seguridad para asegurar la vida de calidad y esperanza, la honra y bienes de todos los ciudadanos y por la libertad de empresa, asociación y expresión, propios de sociedad libres, donde al parecer, todos queremos vivir.
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