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La razón por la que Pedro Sánchez necesita un acuerdo con los separatistas catalanes
Para formar un gobierno estable, necesita estabilidad en la región más agitada de España.
- The Economist
- - Publicado: 29/12/2019 - 06:00 am
Las calles de Barcelona brillan con las luces navideñas. De manera discreta, el consejo de la ciudad ha vuelto a pavimentar los tramos de carretera que fueron dañados por los incendios nocturnos y las barricadas que duraron una semana en octubre, después de que nueve líderes separatistas catalanes fueron sentenciados a largas penas de cárcel por su intento fallido de independencia en 2017.
Lo más inusual que sucedió en Barcelona esta semana fue una discreta reunión celebrada el 10 de diciembre entre líderes del Partido Socialista de Pedro Sánchez, el presidente del gobierno español, y Esquerra, el partido separatista catalán más fuerte. Sánchez está buscando la abstención de los trece diputados de Esquerra en el Congreso nacional. Eso significaría que podría ganar el voto que necesita para formar un gobierno de coalición con Podemos, un partido que, políticamente, se ubica más a la izquierda que los socialistas.
Sin embargo, eso involucraría un doble repliegue para Sánchez, y enfatiza la manera en que el atasco político de España se ha entrelazado con el enfrentamiento por la independencia de Cataluña. Sánchez ganó una pluralidad de curules en el Congreso en una elección en abril, pero no fue cuantiosa: solo 123 de los 350 totales. A lo largo del verano, puso fin a las charlas tibias sobre la coalición con el líder de Podemos, Pablo Iglesias. En contra del instinto de dirigentes más experimentados de su partido, convocó una elección nueva para el 10 de noviembre con el fin de buscar “un gobierno progresista sólido que no dependa de los separatistas”, como lo dijo un funcionario de gobierno.
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Su apuesta resultó contraproducente: la cuarta elección convocada en cuatro años, que se sostuvo a la sombra de las manifestaciones en Barcelona, solo sirvió para demostrar que España cada vez se está fragmentando más políticamente. El principal ganador fue Vox, un nuevo partido de extrema derecha, que obtuvo el quince por ciento de los votos. Hasta 2015, el país básicamente tenía un sistema bipartidista que oponía a los socialistas con el Partido Popular conservador. El nuevo Congreso cuenta con dieciséis partidos.
El Partido Popular se muestra reacio a unirse a Sánchez y dejar que Vox monopolice la oposición. Un gobierno amplio de izquierda parece ser la preferencia del jefe de gobierno, pero no tiene muchas alternativas. Sin importar lo que suceda, España parece dirigirse a su primera coalición desde que se restauró la democracia en 1977. La posibilidad alarma a muchos empresarios, quienes temen que Podemos aumente los impuestos y derogue una reforma laboral que aceleró la recuperación de España tras la crisis de 2008-13. El hecho de que su precio incluya un diálogo político con los separatistas catalanes ha indignado a los diarios de derecha.
Si se forma la coalición, algunos impuestos aumentarán y tomará más tiempo eliminar el déficit fiscal. No obstante, el pánico parece excesivo. Podemos ya está en funciones en seis gobiernos regionales. En las campañas de este año, Iglesias enfatizó su apoyo a la Constitución. Es probable que sea uno de tres vicepresidentes a cargo de asuntos sociales. Podemos no gestionará la política económica ni la política exterior en el gobierno propuesto, señala el funcionario de gobierno.
Los detractores tienen un argumento más sólido cuando se trata de las conversaciones con Esquerra. “El presidente está negociando con un partido cuyo apoyo a la legalidad es dudoso”, dice Carlos Aragonés, diputado del Partido Popular. En 2017, los funcionarios electos de Esquerra en Cataluña ayudaron a organizar un referendo ilegal y una declaración de independencia mediante lo que muchos españoles consideraron un intento de ataque a la Constitución. Oriol Junqueras, el líder del partido, recibió una sentencia de trece años en prisión por eso. Esquerra quiere charlas de gobierno a gobierno, una “reunión de iguales” en la que el gobierno catalán pueda proponer un referendo sobre la autodeterminación, como lo dice Pere Aragonès (que no está relacionado con Carlos Aragonés), adjunto de Junqueras. Los críticos dicen que no puede haber igualdad entre el gobierno central y una región.
Sánchez ha dicho que cualquier acuerdo se establecerá “dentro del marco de la Constitución”, que no reconoce el derecho de autodeterminación de las regiones. El líder político esperaba que hubiera un gobierno para Navidad, pero Esquerra se está tomando su tiempo. Los analistas del separatismo creen que la prisión ha convencido a Junqueras de abandonar la estrategia unilateral de 2017 para optar por el tipo de pragmatismo que practica el Partido Nacional Escocés. Pero si los líderes siguen en la cárcel, se desatarán emociones intensas en la región separatista de Cataluña. La división del movimiento de independencia en tres partidos genera una lógica de radicalización competitiva. Se dice que Junqueras teme que el partido de Carles Puigdemont, el expresidente catalán (ahora fugitivo en Bélgica), se aproveche de cualquier señal de moderación.
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Ningún bando tiene mucho espacio para maniobrar, pero ambos podrían ganar mucho. Los separatistas llegaron a un vacío en 2017. Ningún gobierno europeo está preparado para aceptarlos, y las elecciones han refutado en repetidas ocasiones su pretensión de hablar en nombre de la mayoría en Cataluña. “Muchos separatistas ahora se dan cuenta de que no hay manera de progresar sin un acuerdo”, dice Miquel Iceta, líder de los socialistas en Cataluña. Por su parte, los líderes políticos en Madrid tienen motivos para tratar de disipar el conflicto catalán. Aunque la economía catalana, que conforma una quinta parte del producto interno bruto de España, ha demostrado ser resistente, el conflicto implica un costo de oportunidad en aumento. Además, el fracaso de España al no poder convencer a más de dos millones de personas de que tienen un futuro en el país es negativo para su imagen.
Haciendo estallar la bomba
Hay una tercera razón. “Es imposible esperar que no haya nacionalismo español cuando hay ultranacionalismo catalán”, dice Aragonés, del Partido Popular. Aunque Vox ha abordado las preocupaciones acerca de la inmigración ilegal, principalmente se ha visto impulsado por el temor y la furia respecto del separatismo. En una encuesta sobre cómo votaron los españoles en noviembre, el Centro para la Investigaciones Sociológicas concluyó que el 69 por ciento de los que respaldaron a Voz mencionaron que Cataluña había influenciado su voto. Muchos de ellos habían votado antes por el Partido Popular.
Eso significa que un regreso a la normalidad en Cataluña, lo cual reduciría su importancia como asunto electoral, debería formar parte de los intereses del Partido Popular y también de los socialistas. Tomará tiempo, así como muchos pasos pequeños. Las charlas actuales quizá fallen, y España podría enfrentar una elección más. Pero es más probable que marquen el fin del intenso conflicto catalán reciente.
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