Pintora Sheila Lichacz, instrumento de Dios
Cada día reafirma su fe en Dios, al cual honra a través de sus cuadros y su testimonio. Tiene más de 300 cuadros.
- Rosalinda Orocú
- - Publicado: 02/9/2009 - 04:14 pm
"Yo soy un milagro. Hace 45 años que estoy muriéndome y Dios salvándome. Para mi caso la Ciencia ni la Medicina tienen explicación", no cesa de testimoniar Sheila Lichacz, pintora y Embajadora Extraordinaria de Panamá, quien ha visitado Tierra Santa más de 14 veces. Para glorificar a Dios. Y a su hijo, Jesucristo.
Sheila, a quien se le han aparecido la Virgen y San Francisco de Asís.
Sheila, la que fue bendecida por el Papa Juan Pablo II en 1983 y 1986.
Sheila, la que cuelga sus cuadros en el Santo Sepulcro.
Sheila, la expositora de La Cumbre de Las Américas.
Sheila, la que expuso en el Instituto Smithsonian de Investigaciones, en Washington, D.C.
Sheila, la que conoció a su esposo John Lichacz un 1 de agosto de 1964 y acudió a su primera cita con él el 15 de agosto, Día de la Asunción de la Virgen.
Ella citó a los medios de comunicación a una Conferencia de Prensa, hoy miércoles a las 10:00 a.m. en el Hotel Plaza Paitilla Inn, para anunciar que el milagro que hizo el Padre Junípero Sierra (1713-1784) al curarla y salvarle la vida, podría ser la prueba decisiva (de su poder milagroso) que llevara a canonizarlo.
Considerado el fundador de California ya que en el Siglo XVIII estableció misiones en San Diego y cuya estatua pueden admirar quienes la visiten, Junípero Serra, siendo apenas un adolescente de 15 años, comunicó a sus padres que quería servir a Dios como sacerdote. Lo hizo de manera ejemplar. Doscientos veinticinco años han transcurrido desde su muerte. Setenta y cinco desde que se trata de conseguir que El Vaticano lo canonice.
Sheila Lichacz fue noticia una vez más, la semana pasada, y... ¡de qué manera! Salió en la portada de la edición de Los Angeles Times del 28 de agosto. Sí, Sheila Lichacz, la panameña que se jacta de que "yo salvé el conchero de Monagrillo" y a quien el 12 de septiembre de 2008 casi le tumban la puerta de su apartamento en Paitilla porque querían confiscarle sus cuadros, aduciendo que son patrimonio nacional, porque en ellos hay fragmentos de conchas, que ella fue coleccionando cuando nadaba en el Río Santamaría cuando niña y que precisamente en una de esas zambullidas, cuando tenía 11 años, su cabeza chocó con una roca y desde entonces, entre susto y susto, escuchar a doctores decirle que está desahuciada, que le quedan pocos días de vida ha sido una constante.
Su cráneo, un tercio sin más protección que el cuero cabelludo, ha sido intervenido quirúrgicamente 14 veces.
Ella, lúcida, feliz, lo testifica una y mil veces y muestra el turbante azul con el que cubre su cabeza y que ya se ha tornado parte de su vestimenta. Turbante (que los tiene color rojo encendido, anaranjado, púrpura, azul...) que cubre con un sombrero del mismo color, que es también el de su vestido.
Todos, diseñados por ella, al igual que sus joyas y correas color plata, donde abundan las cruces franciscanas (hay una que tiene 13 crucifijos) del mismo color y material.
"Esta es la cruz franciscana, yo estoy muy pegada a San Francisco de Asís. Me siento muy franciscana", decía, en el Plaza Paitilla Inn esta mañana, mientras mostraba una cruz, que es su favorita, que lleva siempre consigo, porque, según nos relató, también ocurrió con ésta un milagro. "Era de latón y se volvió de plata".
Mostró, además, un crucifijo de madera que ella compró en La Arena a un artesano y resulta que en éste el cráneo de Jesús se fue pelando sin que nadie se explique cómo sucedió eso y quedó parecido a la cabeza de Sheila, según ella dijo: "porque así lo tengo yo pelado, sin huesos" y añadió "¿no soy yo acaso un milagro viviente? ¿Quién conocen ustedes que haya resistido tantas operaciones en el cerebro..?"
Y vuelve a hablar de Junípero Serra, al que, agrega, "le decían el padre viejo" y con quien, rememora, tuvo el primer encuentro un 11 de septiembre, hace 44 años.
"Desde entonces Junípero anda conmigo, pero yo no lo sabía", afirma.
Antes, en su luna de miel, había ido con John a la Misión de Santa Bárbara. Después, Sheila vivió 5 años en California, pero aún no veía la relación con Junípero Serra. Vivió tres años en Puerto Rico, cinco en Filipinas...
Relata que otra vez ella se estaba muriendo y la trasladaron a San Diego, en un avión hospital de la Fuerza Aérea de EE.UU. para la cual trabajaba su esposo John. Iba a ser sometida a una cirugía.
Quiso ir a rezar a la iglesia. Entraron. Estaba llena. Había gente hasta de pie. Pero, dos sillas vacías. Allí se sentaron ella y John.
Era un domingo. Al día siguiente la operarían. "Allí, en San Diego de Alcalá, la primera misión de Junípero Serra yo sentí algo, tan fuerte, tan fuerte, era como que yo estaba en otro mundo...Empecé a llorar, a llorar, a llorar...".
Los doctores, asombrados, al día siguiente le dijeron que no la iban a operar, porque el tumor se había movido y ya ella no corría peligro. Regresó a Panamá.
Otra ocasión, fue a la iglesia de San Juan Capistrano y le dijo a Monseñor John Martin que se iba a operar en San Diego (se ha hecho 5 cirugías en California). Salió de allí luego de conversar con el sacerdote ¿y qué pasó?
"Me encuentro con la estatua de Junípero Serra sobre un pedestal. Le he puesto las manos en los pies y le pido:¡Por favor, haz algo por mí!".
Añade: " Empiezo a caminar hacia el carro y yo estaba levitando". Entra al carro y luego va a un restaurante. Cuando ella sale del carro otra vez no siente bajo sus pies el piso. Apenas entra al restaurante vuelve a posar sus pies en el suelo.
Desde el año 2000 lleva consigo un hueso de Junípero Serra, el hijo de Margarita Ferrer y Antoni Serra quien nació el 24 de noviembre de 1713 y había sido bautizado Miguel Josep Serra i Ferrer. Se lo mandaron Los Franciscanos.
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