Sociedad
El sueño de Iver que despertó conciencia ecológica en Jaqué
El ideólogo Iver Valencia Gamboa quería poner fin no solo a la costumbre ancestral de comer huevos de tortuga, sino también a la cruel captura de las tortugas marinas para comer su carne.
- Adiel Bonilla
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- - Actualizado: 29/9/2019 - 08:01 am
Todo empezó una tarde fresca del año 1998. La brisa marina de Jaqué (pueblo costero de Darién, cercano a la frontera con Colombia) fue cómplice del inicio de una aventura que transformaría a un hombre común en una especie de científico loco para unos cuantos, pero en auténtico ejemplo de inspiración para la mayoría de sus coterráneos, quienes jamás imaginarían que aquel día marcaría un antes y después en esta comunidad arropada por naturaleza exuberante.
El sueño de Iver Valencia Gamboa era sencillo pero ambicioso: poner fin no solo a la costumbre ancestral de comer huevos de tortuga, sino también a la cruel captura de las tortugas marinas para comer su carne, aprovechando la indefensión de su trance al momento del desove.
El ideólogo era Iver, pero nunca estuvo solo; desde el inicio hubo personas dispuestas a apoyarlo. Empezaron con cinco nidos que vigilarían para recolectar los huevos, ubicarlos en un sector más seguro (intentando replicar lo mejor posible las condiciones naturales), y así aumentar las posibilidades de que más "tortugitas", como les llaman los lugareños, pudieran ser liberadas al mar y revertir la caída en picada que para en ese entonces tenía la población de la tortuga golfina.
El desafío se planteó de inmediato. Al caer la noche, Iver descubrió con horror que sus primeros cinco nidos habían sido vandalizados (no con maldad, sino por mera costumbre) y fue de inmediato tras el rastro de la arena, hasta llegar a la casa de los "ladrones".
"Ya las personas tenían en sus ollas los huevos de tortuga, eso era normal en ese tiempo y no había conciencia de conservación", recuerda.
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Entonces, como buen predicador cristiano que también es, Iver inició un diálogo para intentar persuadirlos. Felizmente logró que le entregaran la potencial cena, "pero ellos me dijeron que lo hacían con el compromiso de que yo los llevara a ver las tortuguitas que saldrían de esos huevos, que era toda una innovación".
El compromiso se cumplió 54 días después, ante la emoción de los lugareños que participaron del primer trayecto por la arena hacia el mar, que hicieron esas pequeñas "tortugas lora" (nombre común debido a la forma del pico)… ¡Y lo demás es historia!
21 años después, la agrupación que conformó Iver Valencia ha liberado más de 50 mil tortugas golfinas a lo largo de los 6 kilómetros de hermosa playa que tiene Jaqué.
Y aunque es un número impresionante, por las capacitaciones que ha recibido, Valencia sabe que las posibilidades para que una tortuga lora llegue a la vida adulta son extremadamente escasas.
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"Pero eso no me desanima, al contrario, me llena de más energía para trabajar en su conservación, porque además, año tras año, vemos la recuperación de su población. Ahora son muchas las tortugas que llegan a desovar en Jaqué", dice con una amplia sonrisa.
Conciencia social
Actualmente, el grupo de "soñadores" que incluye a Iver Valencia están organizados en un programa denominado Conservación de Tortugas Marinas, el Mangle y Biodiversidad, que ya trabajan en su legalización como ONG.
El trabajo de recolectar huevos es una tarea ardua para esta temporada del año en Jaqué (época de desove), con jornadas nocturnas que se pueden extender hasta altas horas de la madrugada.
Pero como anécdota, Iver relata que "es muy satisfactorio ver que cuando no logramos ir una noche, al día siguiente las personas nos traen los huevos para evitar depredadores naturales y para continuar nuestro proyecto".
Y así, la concienciación de los 3,500 habitantes de Jaqué en este tema es una realidad. Se ha dado un giro total, y ya no es una actividad pública ni tolerable capturar y comer tortugas o sus huevos.
Iver es optimista, pero realista: "No podría asegurar de manera categórica que nadie acá continúa con esa mala práctica, pero si se da, tendría que ser muy aislada y de manera muy escondida, algo absolutamente distinto a lo que se veía hace años".
Capacitación científica
Parte del éxito de los voluntarios de este programa, es que su líder ha tomado muy en serio la capacitación científica.
Para el manejo adecuado de las tortugas y de los otros programas de preservación que adelantan, Valencia se ha capacitado en seminarios organizados, entre otras entidades, por el Smithsonian, MarViva, MiAmbiente, y con cientos de horas junto a biólogos del Cuerpo de Paz.
Ha participado de talleres prácticos a nivel nacional, en puntos costeros como playa La Barqueta, Mariato, Isla Caña o Bocas del Toro.
"La capacitación científica es muy importante para el trato correcto y para no causar daño a las tortugas y a las otras especies que abordamos", afirma.
En el caso de las tortugas, ya manejan tal experticia que aplican la colocación de anillos (plaquitas en la aleta izquierda) para monitorear el regreso de los reptiles a la misma playa.
Conservación del mar
Y aunque todo se hace en la playa, Iver Valencia y su agrupación son muy conscientes de que realmente están trabajando para la conservación y sostenibilidad del mar.
Remarca que las tortugas marinas juegan un papel fundamental en la salud de nuestros océanos, con funciones esenciales en el mantenimiento del ecosistema de los arrecifes, y responsables también del transporte de nutrientes a las playas.
Pero la futura ONG Conservación de Tortugas Marinas, el Mangle y Biodiversidad, también se ocupa de otros proyectos en Jaqué.
Por ejemplo, desde hace 5 años trabajan en la recuperación del manglar rojo (rhizophora mangle) y del mangle blanco (laguncularia racemosa), que antes colmaban el paisaje, pero que por efecto de la mano del hombre y otros fenómenos, ahora están en peligro.
Ya han reforestado una hectárea, en una iniciativa que involucra a los estudiantes de la escuela de la comunidad.
"Protegemos el mangle porque sabemos que allí vienen a reproducirse los peces y las tortugas. Y también son barreras naturales para que el río y el mar no inunden nuestra comunidad", dice Iver Valencia con profunda lógica conservacionista.
Como si fuera poco, también organizan más programas de impacto a la conservación de los océanos, como jornadas de limpieza de playa, siembras de cocoteros, diálogos con ganaderos locales para la protección de las cuencas de los ríos, y hasta un mapeo de las fuentes de agua cercanas a Jaqué, trabajo de alto nivel técnico que realizaron con la orientación de la ONG Almanaque Azul.
Las alianzas han sido fundamentales para convertir en realidad todos los sueños que Iver Valencia ha logrado contagiar al grupo de voluntarios. "Y en todos los programas e iniciativas, los miembros del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront) han sido nuestra mano derecha", destaca a manera de agradecimiento.
Y así resume Iver Valencia el esfuerzo personal y colectivo que se hace en Jaqué: "A título personal no recibo remuneración por esto. Pero me basta y sobra las bendiciones del Creador, y saber que es nuestro legado, la buena huella que queremos dejar a las futuras generaciones".
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