Sociedad
Nuestra fatídica comunicación social
..contó la triste historia de una niña que con solo once años de edad quedó embarazada. La narración de los hechos era conmovedora; hasta que dijo que esa niña estaba infectada con VIH. Asombrado, miré a las personas que estaban a mí alrededor. A nadie le importó. Unos miraban su celular.
- Miguel Ángel Sánchez Ávila
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- - Publicado: 09/4/2019 - 12:00 am
Hace unos días, acompañé a mi padre a un centro de salud para que fuese atendido por un médico general.
Su condición, estable.
Gracias a Dios, nada grave.
Mientras esperaba su turno, un señor, aparentemente no mayor de 70 años, con uniforme e identificación del Ministerio de Salud, pedía a los pacientes y familiares que le prestaran atención.
Con voz altisonante, inició su exposición.
No estoy seguro, si esa actividad informativa, formaba parte de la rutina mañanera en aquel centro.
Lo cierto es que, al parecer, a nadie le importaba qué iba a exponer.
Toda persona, en aquel lugar, tenía tiempo de sobra, mientras esperaban su turno, para escuchar al veterano.
Me dispuse a prestarle atención.
Su método explicativo no tenía estrategia didáctica docente alguna.
No era necesario.
Con sus palmas aplaudió una que otra vez, para llamar la atención de los presentes.
Más o menos 50 personas, entre mórbidos, sus familiares y profesionales de la salud, estábamos en esa sala.
Niños lloraban.
Los padres le consolaban.
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Unos que otros hablaban entre ellos.
Las enfermeras en su mundo y los enfermos esperando que esa visita al médico se convirtiese en un milagro que los sanara.
El centro de salud está ubicado en un barrio de clase baja y media en la ciudad de David.
De niño, me atendieron muchas veces en ese lugar.
Recuerdos llegaron a mi memoria.
Todos los muchachos del barrio en algún momento teníamos que ir.
El funcionario miraba de un lado a otro esperando que las personas le prestaran atención.
Muy pocos lo hacían.
No puedo negar que de inmediato pensé en escribir esta crónica.
Más aún, cuando el tema que exteriorizaba, era tan crítico y preocupante que nos afectaba a todos.
El hombre hablaba de la educación en el hogar y de los muchos problemas que hoy tenemos en el entorno familiar por no tener una comunicación fluida y en confianza con nuestros hijos.
Su rostro mostraba preocupación.
De cierta forma también algo de rencor.
Entre los ejemplos que expuso, contó la triste historia de una niña que con solo once años de edad quedó embarazada. La narración de los hechos era conmovedora; hasta que dijo que esa niña estaba infectada con VIH.
Asombrado, miré a las personas que estaban a mí alrededor.
A nadie le importó.
Unos miraban su celular.
Una mujer que estaba a mi lado dijo: "ese viejo que habla estupideces". Esa frase, causó gracia a pocos.
Por supuesto, el funcionario no se enteró del insulto y continuó su exposición.
"Como padres tenemos la responsabilidad de corregir a nuestros hijos y llevarlos por el camino correcto.
A veces, tenemos que ser duros con ellos para que aprendan.
Conversemos a nuestros hijos sobre los peligros que enfrentan cuando tienen relaciones sexuales inseguras.
Tenemos que hablar en familia de las enfermedades de transmisión sexual".
Estos fueron algunos de los temas que este señor hablaba en medio del bullicio y la ignorancia.
Al final, no sé si discurso fue efectivo y llegó a cumplir su cometido.
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Lo que sí sé, es que este señor, cuantas veces tenga que pararse ante el público en ese centro de salud, a decir a los demás, los problemas que enfrentamos como sociedad, lo hará sin pesadumbre alguna.
No cabe duda que su labor es digna de admirar.
Esta experiencia me convence, aún más, que estamos viviendo en una sociedad indolente, fuera de contexto humano y racional, donde la comunicación familiar, tarea básica para una convivencia vigorosa, la estamos perdiendo.
En los medios de comunicación social y en las redes sociales, estamos plagados de bochinches, injurias y calumnias.
Al parecer, son estas actitudes y acciones las que prevalecen en la mente insensata de nuestra sociedad.
Tenemos que cambiar nuestra manera de actuar.
Es necesario volver a tener una comunicación ética y prístina, en familia para rescatar los valores humanos y salvar nuestra sociedad.
Periodista.
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