La otra Mujer Maravilla
La resistencia a desprendernos del encasillamiento de la mujer en el departamento productivo ignora que los proyectos, metas y hobbies no vienen definidos por el género.
- Liska Gálvez
- - Publicado: 08/3/2020 - 12:00 am
Leo en una nota del periódico que Escocia garantizará el acceso a productos de higiene femenina.
Aunque en un principio merece respeto la decisión del gobierno de brindar tampones y compresas gratis a sus ciudadanas y dejen de ser considerados como productos de lujo, no tardo en advertir que nostoras seguimos asumiendo el costo de las mismas, más el impuesto añadido. Esto arroja una inquietud: ¿qué falta en nuestra voz?
Una revisión de los halagos en el Día de la Mujer revela que todavía tenemos una voz pendiente, la de superar los elogios a la mujer sacrificada y luchadora que como la combatiente Mujer Maravilla supera los obstáculos y sale triunfante en todas las etapas de su vida. Dentro de estas posturas, la más estremecedora es el aplauso a la mujer “multitask”. En su glorificación es la propia mujer la que se identifica y se exige ser la mejor madre, amiga, hija, hermana, profesional, esposa, y luciendo una figura esbelta. Y es que el fondo antinatural de la “carga mental” de la multitask no puede ser soportado por ningún ser humano.
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Hay muchas maneras de no tener voz, cierto, pero el Día de la Mujer no debe estar desprovisto de esa voz reivindicativa por condiciones justas para nosotras. No pueden estar ausente las exigencias a una mayor igualdad laboral, respeto, educación, mejoras laborales de maternidad, y sobre todo políticas contra la violencia de género. Demandas que si bien en algunos países han logrado una sustancial mejora - sin que ello se refleje en la igualdad de ingresos-, lo cierto es que todavía hay claroscuros en nuestros derechos de igualdad y respeto. Todo indica que nuestra voz ha sucumbido a un status quo de natural injusticia y constante elogio al sacrificio.
Basta mirar como seguimos limitando nuestra forma de vestir por temor a ese incómodo “piropo deformado” y a esas críticas que nos convierten en cómplices por provocación causada. Muchas desconocemos ese fundamental “conocerse a sí mismo” tan decisivo en una persona, porque no fue inculcado.
Siguiendo las pautas sociales, accedemos a que nos juzguen por la imagen y abrimos espacio al tributo de la exposición física olvidando que son nuestro carácter, personalidad y humanidad los elementos esenciales para ser valoradas.
Con la aducida justificación de que no podemos gestionar nuestra natural emotividad dudamos de nuestra capacidad de decisión sobre nuestros propios asuntos, sobre nuestro cuerpo y el ejercicio pleno y responsable de nuestra sexualidad.
No menos es el silencio que cede ante la poca discreta pregunta de la maternidad y el matrimonio, aunque el subconsciente justifica, acertadamente, que una mujer sin hijos puede ser también una mujer completa, plena y, por supuesto, tener un disfrute de su vida. La resistencia a desprendernos del encasillamiento de la mujer en el departamento productivo ignora que los proyectos, metas y hobbies no vienen definidos por el género.
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El ámbito crucial para superar comportamientos machistas y misógenos sustentadas en la simple razón de género es la educación y la acción. Una educación que parta de la familia abocada a cambiar las prácticas interiorizadas en el hogar que alimentan viejas costumbres inextricablemente entretejidas con la vida cotidana hasta el punto que la gente casi ni se da cuenta de su existencia. Como ese dulce canto dómestico ensalzan la voz femenina: la mujer debe comportarse, debe evitar, debe saber, no debe, etc. Y para fomar ciudadanos más respetuosos y sin etiquetas que en las escuelas se re-lea a Ludovico Ariosto y su Canto IV de Orlando furioso, no como un texto literarario de la épica renacentista, sino para inculcar una sociedad tolerante e inclusiva.
Por su parte, “tomar acción” en ser solidarias y participar en esos grupos que han “hecho algo más que algo” por nosotras. Y decir que estoy convencida de que hay muchos hombres progresistas a los que debemos integrar y ayudar a entender que igual que la integración de la mujer en todos los sectores de la sociedad produjo en el pasado un avance simbólico, hoy día el apoyo del hombre hará una contribución como ejemplo.
Pero mal se haría en resignarnos con ideales progresistas de equidad de género. Si la sociedad no cree que la equidad de género es un valor esencial, no habrá acción que pueda frenar el abuso contra las mujeres. Y como sociedad me refiero a preceptos tradicionales que traigan un retroceso en las incipientes iniciativas en las mejoras de las condiciones de la mujer, nuestra propia costumbre, ese lenguaje con que nos expresamos, los milenios de nuestra historia, las instituciones, la educación, etc.
El verdadero homenaje a esa Mujer es precisamente ver la otra parte de esa heroína. Comprender que en nuestra sociedad “la individualidad no ayuda al individuo” sino el grupo, y es éste la plataforma para superar el silencio, la aceptación, la negación, el no cuestionamiento y así visibilizar nuestra voz. No se puede seguir alabando la imagen de la mujer como una “heroína” que se limita a poner la bandera de la sangre, el sacrificio y las lágrimas, porque es una mera negación que reproduce el mismo ciclo y nos deja una agenda incumplida en el activismo feminista.
La autora es Doctora en Relaciones Internacionales
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