Cosas veredes, Sancho
En Tocumen avistamos algunos enmascarados. La entrada a migración y aduanas fue de rutina.
- Jaime Figueroa Navarro
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- - Publicado: 21/3/2020 - 12:00 am
A sabiendas de la crisis del coronavirus, allá en la capital de la muy lejana provincia de Hubei en la República Popular China, decidimos tomar nuestras vacaciones a mediados del mes de febrero.
Wuhan cuenta con 11 millones de habitantes, siendo la novena ciudad más importante del país más poblado del mundo. El 31 de diciembre de 2019 China notificó a la Organización Mundial de la Salud sobre varios casos de una enfermedad similar a la pulmonía que posteriormente fue identificada como COVID-19.
El vuelo 117 de COPA despegó de Tocumen en horario al mediodía del miércoles 12 de febrero con destino Santiago de Chile. En aquel momento, de los 48 casos reportados fuera de China, 40 eran a bordo del crucero Diamond Princess, cumpliendo cuarentena en las afueras del puerto de Yokohama, Japón, allá bien lejos.
Como abordaríamos el crucero Norwegian Star el sábado 15 de febrero en el puerto de San Antonio, que sirve a la ciudad de Santiago, recibimos de antemano varios correos de Norwegian Cruise Line, notificando las medidas especiales que se habían tomado resultado de la epidemia en China que a mediados de febrero ya sumaba 44,730 casos positivos con 1,114 defunciones. En adición a una alerta que avanzaba medidas especiales de higiene, aquellos pasajeros que hubiesen visitado la República Popular de China durante los últimos 45 días no podrían abordar, gozando de un reembolso total de sus pagos. También se incluía la misma prohibición a miembros de la tripulación.
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Nos parecieron muy responsables las medidas sanitarias especiales. Durante la travesía de 14 días que nos trasladó en dirección sur a Puerto Montt, Puerto Chacabuco y Punta Arenas en Chile, cruzando el estrecho de Magallanes y el canal de Beagle en dirección sudeste hasta Ushuaia, Argentina. De allí, posterior a un día de navegación en el Atlántico sur llegamos a Stanley, Islas Malvinas para nuevamente adentrarnos a territorio argentino hacia Puerto Madryn continuando rumbo norte a Montevideo, capital de la República Oriental del Uruguay y nuestro desembarque final en Buenos Aires.
Durante las dos semanas de travesía, si bien es cierto seguíamos las noticias, nos encontramos harto ocupados en las interesantes excursiones en cada una de las escalas, las actividades de recreo a bordo del crucero y conviviendo con nuevas amistades del Reino Unido, Sudáfrica, Brasil, Uruguay y Colombia, bien alejados del mundo, admirando glaciares, lobos marinos, ballenas y pingüinos, conmemorando los 500 años del primer viaje de circunnavegación global de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano a bordo de la Nao Victoria cuya replica pudimos abordar en Punta Arenas, tremenda hazaña de hidalgos muy corajudos que desconocían a ciencia cierta su destino en una embarcación a todas luces sumamente frágil.
Desembarcamos en Nuestra Señora del Buen Ayre, como le bautizó Pedro de Mendoza el 3 de febrero de 1536. Durante 3 días de intensa agenda, logramos percibir el tango porteño, las esquinas ocultas de la capital argentina, visitar con amistades del siglo pasado, saborear su prodigiosa gastronomía, turisteando a tutiplén.
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El miércoles 4 de marzo al mediodía surcamos los cielos andinos para retornar al istmo. Ya en Tocumen avistamos algunos enmascarados. Nadie tosió durante el vuelo de 7 horas y si lo hizo, me encontraba muy agotado para percibirle. La entrada a migración y aduanas fue de rutina. Nuestro conductor de Uber se refirió a los carnavales, nada fuera de lo rutinario.
Los eventos a nivel mundial durante las ultimas dos semanas han sido, en crescendo, alarmantes. Es como una azarosa tragicomedia. Nuestro alicaído turismo, desvelo que llevo muy dentro del corazón, se encuentra al borde del abismo. Seguramente se repondrá, tal cual en otros lares, pero la tarea para revivirle será en demasía ardua.
Panamá, nuestro puente del mundo y corazón del universo, al momento de la redacción de esta crónica cuenta con 69 contagiados y una victima de COVID-19, en realidad una bendición del cielo comparado a otras latitudes. Tomémosle en serio, sigamos al pie de la letra las indicaciones de las autoridades. Jamás soñé que llegaríamos a esta pesadilla. Dios nos guarde.
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