‘Política de odio’ lastima a Alemania
El 40 % de los gobiernos municipales del país tuvo que lidiar con hostigamiento, acoso o amenazas. De los 11 mil alcaldes del país, al menos mil 500 reportaron amenazas. Y ha habido muertes, de acuerdo a un estudio realizado por la Asociación Alemana de ciudades y municipios.
- Katrin Bennhold y Melissa Eddy
- - Publicado: 06/3/2020 - 03:00 pm
COLONIA, Alemania — La última vez que Henriette Reker contendió a la alcaldía, por poco y resulta asesinada. Estaba repartiendo flores a electores en un mercado bullicioso en Colonia, en el 2015, cuando un hombre tomó una rosa con una mano y le encajó un cuchillo de cocina en la garganta con la otra. Quería castigarla por su postura a favor de los refugiados.
Cinco años después, Reker se está postulando de nuevo. Pero ella es la excepción. Desde que se recuperó de un coma para hallar que había resultado electa, las amenazas de muerte de la extrema derecha se han vuelto una realidad cotidiana, no sólo para ella, sino para un creciente número de funcionarios locales por toda Alemania.
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La animosidad se siente en los ayuntamientos y en la calle. El efecto ha sido escalofriante. Algunos han dejado de alzar la voz. Muchos han renunciado, han tratado de armarse o han aceptado protección policiaca. Los riesgos han alcanzado tal grado que algunos pueblos alemanes no pueden postular candidatos en lo absoluto.
“Nuestra democracia está bajo ataque al nivel comunitario”, apuntó Reker. “Ésta es la base de nuestra democracia, y es vulnerable”.
Esa tendencia refleja una descomposición preocupante en la civilidad y el discurso político en una Alemania cada vez más polarizada, donde la influencia insidiosa de una ultraderecha furiosa está cambiando las reglas de conducta, declaran analistas y funcionarios locales.
Los alcaldes no han sido los únicos que sufren al tiempo que se ha deteriorado el tejido político y social de Alemania. Los tiroteos del 19 de febrero en el pueblo occidental de Hanau, cerca de Frankfurt, que cobraron 11 vidas, fueron sólo los ataques más recientes dirigidos contra minorías étnicas.
En el último año, hubo mil 240 ataques motivados por la política contra políticos y funcionarios electos en Alemania, de acuerdo con la Policía federal.
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Un estudio realizado por la Asociación Alemana de ciudades y municipios arrojó que el 40 por ciento de los gobiernos municipales del país tuvo que lidiar con hostigamiento, acoso o amenazas. De los 11 mil alcaldes del país, al menos mil 500 reportaron amenazas. Y ha habido muertes.
En junio, Walter Lübcke, un funcionario regional, fue abatido en su porche delantero por un extremista conocido, el primer asesinato de extrema derecha de un político alemán desde la Segunda Guerra Mundial.
Simpatizantes de la ideología de ultraderecha fueron responsables de más de una tercera parte de los episodios reportados, casi el doble de los cometidos por simpatizantes de extrema izquierda, reportó el Gobierno.
Sin embargo, casi la mitad de esos ataques no pudo ser vinculada a un grupo específico, reflejando lo que los expertos llamaron una erosión de las normas civiles.
Dijeron que la violencia inició con la crisis económica del 2008, pero tomó nuevas dimensiones en el 2015, luego de que la canciller Angela Merkel abrió las fronteras a más de un millón de buscadores de asilo, en su mayoría musulmanes, muchos de Siria, Irak y Afganistán.
Andreas Zick, el director del instituto para la Investigación Interdisciplinaria del Conflicto y la Violencia, en la universidad de Bielefeld, dijo que notó que grupos de personas que se hacían llamar “ciudadanos preocupados” que criticaban a políticos surgieron por primera vez hace más de una década.
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Una de las inquietudes de esas personas ha crecido hasta convertirse en una campaña de odio contra políticos locales, impulsada por fuerzas populistas como el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania, conocido como AfD, señaló Zick.
“Los populistas han declarado a las ‘élites’ como su enemigo, y ahora estamos viendo el auge de esta política de odio que ha infectado el centro de la sociedad”, afirmó.
Barbara Lüke, alcaldesa de Pulsnitz, en el estado de Sajonia, en el oriente de Alemania, ha sido un blanco. “La llegada de los refugiados fue un catalizador, pero habría sucedido de todas formas”, aseveró.
Lo achacó a una cultura de “todo se vale” en los medios sociales, una escasez de servicios sociales y una falta de entendimiento en el ex este comunista sobre la democracia representativa.
De acuerdo con algunos, el entorno se ha vuelto particularmente tóxico en el este de Alemania, donde el AfD obtiene en promedio uno de cada cuatro votos.
Markus Nierth, quien fue alcalde de la aldea de Tröglitz, en el este del país, buscaba integrar a 40 refugiados. Recuerda que cuando su esposa abrió una carta firmada por el “KKK Alemania”, el hijo de ambos, de 5 años, estaba sentado en el regazo de ella. “Vendremos por ti y te vamos a crucificar, luego arderás”, rezaba. “Eres una vergüenza para la raza blanca”.
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Cuando su historia se dio a conocer, Nierth recibió llamadas de otros alcaldes en el este de Alemania que habían renunciado tras amenazas similares. Lo más difícil, comentó, es que no recibió mucho apoyo de la comunidad: “La gente dijo que le estaba dando una mala reputación a la aldea”.
A final de cuentas, Nierth renunció y la familia planea mudarse.
En los cinco años desde que fue apuñalada, Reker dice que le han llovido amenazas de muerte anónimas. Tras el homicidio de Lübcke, recibió una carta firmada, “¡Seig Heil und Heil Hitler!”. La misiva rezaba: “La fase de depuración ha iniciado con Walter Lübcke. Muchos más le seguirán. Incluyéndote a ti. Tu vida llegará a su fin en el 2020”.
En enero, sepultó a un empleado del Ayuntamiento quien fue apuñalado mientras trabajaba. Pero Reker se ha negado a cambiar su mensaje.
Acaba de pedirle al Ayuntamiento de Colonia que acogiera a otros 100 refugiados que estaban varados en la isla griega de Lesbos.
La moción fue aprobada, pero en respuesta, Sven Tritschler, un representante del AfD, tomó inmediatamente el micrófono. “Tienes sangre en tus manos”, aseguró él.
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