Una crisis que puede ser una gran oportunidad
Hay que comenzar por la transparencia y el adecentamiento. Para ello es necesario contar con el concurso de la Comisión Nacional de Carreras, la Junta de Control de Juegos y hasta con la justicia ordinaria, si fuera necesario.
- Egbert Lewis
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- - Actualizado: 19/7/2018 - 10:57 am
El escándalo del mal manejo de recursos del Estado en el que se menciona a varias personas involucradas a la hípica, no pudo llegar en peor momento; pero no hay mal que por bien no venga.
El hipódromo y la hípica como actividad no pueden sustraerse de lo que ocurre en el país, por lo que se hace necesario que quede claro ante la opinión pública que el tema de supuesta corrupción que se ha difundido a nivel nacional, involucra a sujetos particulares y no la empresa que administra el hipismo panameño, muchos menos a sus colaboradores.
Hace una semana, cuando ya olíamos lo que vendría, advertimos que era una movida arriesgada inmiscuir asuntos plenamente políticos con los menesteres de la hípica. Sin embargo, esto no quiere decir de ninguna manera que estemos de acuerdo con el mal uso de los recursos del Estado, por lo que como ciudadano reclamamos una investigación a fondo y que caiga quien caiga. Hay que dejar claro que no hay margen de tolerancia con los que andan por el camino torcido.
En ese sentido, esperamos que lo acontecido no quede solo en el escándalo mediático y, que de ser necesario, se llegue hasta las últimas consecuencias para limpiar la imagen de quienes lo merezcan y desenmascarar a quienes nos venden un semblante falso y que juegan a la doble moral. No puede haber luz en la calle y oscuridad en la casa.
Como siempre hemos sostenido, el tiempo es el mejor componedor y más tarde que temprano se sabe quién es quién.
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Volviendo a lo puramente hípico, es importante señalar que la administración del hipódromo debe seguir acelerando el proceso de cambios en diferentes aspectos. No se debe permitir que este tropezón menoscabe la imagen del hipódromo, más de lo que está.
Hay que comenzar por la transparencia y el adecentamiento. Para ello es necesario contar con el concurso de la Comisión Nacional de Carreras, la Junta de Control de Juegos y hasta con la justicia ordinaria, si fuera necesario.
Últimamente se han dado hechos bochornosos que implican a jinetes y entrenadores y todo porque aparentemente han decidido desafiar a la autoridad ante el hecho de que parece que no hay controles y mucho menos certeza del castigo. Si hay bandidos en el área, hay que exterminarlos; así de sencillo.
El problema, en el caso de las carreras en vivo, tiene su génesis en el hecho de que la máxima autoridad durante las reuniones hípicas, como lo es el Cuerpo de Comisarios, no está cumpliendo con su deber. Por una parte, por su evidente incapacidad y complicidad y, por la otra, porque ni siquiera son capaces de cumplir con el horario que le mandata el reglamento de carreras.
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Se requiere fortalecer controles en los establos, en el punto de partidas, en el paddock y hasta en ciertas áreas aledañas, que parecen tierra de nadie.
La única manera de recuperar la confianza es persiguiendo a los que desafían las reglas, sin abusar de ellos ni violar las disposiciones legales vigentes, pero apretándolos para que sepan que están identificados y se les está siguiendo la pista.
Hay que limpiar la casa para que se despeje la impresión que tenemos muchos de que muchas carreras que se dan en nuestro hipódromo son sucias.
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