Argumentum Ad iuditium (Argumento justo)
El populismo y los falsos mesías
El populismo es el causante de la postración de una buena parte de la población ante la miseria y la manipulación política. Esa que piensa que el Estado tiene que dárselo todo, porque los falsos mesías de la política así se lo han hecho creer.
- Arnulfo Barroso Watson
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- - Actualizado: 21/1/2018 - 04:20 pm
Hoy quiero referirme al populismo, una vieja herramienta política que ha sido utilizada por los personajes más oscuros de la humanidad para lograr sus más aviesos propósitos.
Empiezo diciendo que soy un firme creyente en la solidaridad humana, aquella en la que el que más tiene comparte con el desvalido y la que le permite a la persona en tragedia social superar esa condición. Aquella solidaridad desinteresada que no pide ni espera nada a cambio, un concepto que desafortunadamente no es el que aplica nuestra clase política bajo el nombre de populismo o clientelismo político.
El populismo es un espejismo con el que perdemos todos: los ciudadanos más necesitados, que viven en un círculo vicioso de pobreza, y el país, que mantiene a una buena parte de su población adormecida, sumida en la ignorancia y la desesperanza, esperando que aparezca el falso mesías vestido de político a tirarles unas migajas de pan con los fondos del Estado.
Esta práctica mediocre y perversa no es casual. Ha sido objeto de amplios estudios sociológicos y de politología. Sobre la misma gravitan dos elementos fundamentales: el pueblo, esa masa amorfa que está etiquetada por la necesidad de que se rediman las históricas injusticias que ha sufrido; y el mesías, el líder carismático que, vestido de superhéroe, viene a aprovecharse de su miseria social para crear una eterna y perversa dependencia.
En Panamá se registran a diario eventos vergonzosos que involucran a estos falsos mesías. Importantes grupos de la población panameña han estado acostumbrados a vivir por, al menos tres generaciones, del paternalismo estatal, manejado, con maligna discrecionalidad, por gamonales políticos.
Muchos ven como algo absolutamente normal exigirle al Estado que los 'cargue' de por vida, literalmente, que les pague sus cuentas de luz, el agua, la vivienda, alimentación, la educación de sus hijos y hasta sus vicios.
Es el resultado del 'status quo' que se intensificó con la dictadura militar y que hoy la clase política se empeña en mantener para su exclusivo beneficio, en detrimento de una sociedad que cada día se degrada más moralmente.
El populismo, o clientelismo político, es la llama que alimenta a los viejos polítiqueros que llevan décadas pegados de la ubre del Estado y a los aspiran a convertirse en eso. Los lleva hasta a hacer el ridículo meneando su cuerpo de forma torpe y obscena en tarimas públicas para proyectar una falsa solidaridad y pertenencia con las clases populares.
Manejan fondos públicos como si fueran propios, con la complicidad de la Contraloría General de la República. Largas filas en condiciones infrahumanas para recibir un pavo, un jamón, un electrodoméstico o una mochila escolar alimentan el ego de estos gamonales de la política.
Los gurús del manejo de imagen de políticos les recomiendan a estos personajes que traten de presentarse como alguien que también ha sufrido esas miserias, pero que ahora tiene la oportunidad de acabar con ellas, garantizándoles la satisfacción de sus necesidades básicas y, ¿por qué no?, brindándoles algo de los placeres mundanos.
La sociología ha demostrado que el ser humano se mantiene en una eterna búsqueda del mesías. Y eso lo han explotado históricamente muy bien los políticos, sobre todo, aquellos que están en el poder. Y Panamá no ha sido la excepción. El populismo ha acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales y ha sido el padre de las figuras más funestas de la historia.
Con el transcurrir de los años, el populismo ha tenido variaciones conceptuales. Algunos sociólogos atribuyen su origen a las repúblicas soviéticas, otros sostienen que fue una herramienta muy utilizada en América Latina para combatir a la Corona Española. Fue en esa época cuando surgieron los grandes caudillos amparados en el populismo, que en ese momento era auténtico, sin prebendas ni mal uso de recursos públicos, identificados por el nacionalismo y las reivindicaciones sociales.
Lo cierto es que el populismo ha sido el causante de la llegada y salida del poder de personajes en todas las latitudes del mundo. Nadie se salva de esta práctica. Lo utiliza la izquierda, el centro, la derecha y hasta el narcotráfico, que lo exaltan y desechan, critican y aplauden, dependiendo de sus intereses. Se ha convertido en un sinónimo de demagogia, clientelismo político, discrecionalidad y corrupción.
Los manejadores de imagen les enseñan a mentir a los políticos en campaña. “Usted dígale a los electores lo que ellos quieren escuchar, prometa, prometa y prometa, aunque sepa que no podrá cumplir, cuando lleguemos al poder veremos si podemos, y si no podemos, bueno se fregaron”. Esa es la línea.
Nadie vota por alguien que venga a decirle la verdad a la cara, por más amarga que sea. Siempre el ser humano espera que llegue una figura mesiánica, aunque venga vestido de uniforme verde oliva, calce Florsheim, use overol de obrero, sea un delincuente consumado o le robe sus esperanzas y futuro.
Argumentum ad Iuditium (Argumento justo)
Arnulfo Barroso Watson
Arnulfo Barroso Watson, periodista y abogado. Amante de la naturaleza y defensor de las causas justas.
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